Una tarde mágica, llena de arte, historia y el romanticismo de Schubert.

Una tarde mágica, llena de arte, historia y el romanticismo de Schubert.

Franz Schubert nos acompañó a todos los presentes en la maravillosa Plaza de Santa María de Andujar, el evento empezó puntual: a las 20:30 h el jueves 19 de Mayo, se presentó Don Miguel de Cervantes y con la genial interpretación de Juan José González Soriano, iniciando así el Programa Cultural «V Ruta de los Patios y Plazas» en memoria del IV Centenario del Fallecimiento de Miguel de Cervantes. 
Se ocuparon todos los asientos que estaban dispuestos para el evento, el público asistente aplaudió la entrada de los músicos y tras nuestro agradecimiento a los asistentes, dio comienzo el ciclo «La Bella Molinera» de Franz Schubert, desde el primer momento supe que era un gran día para el ciclo en esta histórica plaza. Como siempre que comienzo este ciclo mi principal ocupación es concentrarme, para percibir en la música los sentimientos que he de desarrollar en una hora de música, ya que cada lied no solo cuenta la historia del personaje, sino que se dedica expresamente en lo que siente en cada poema. Aquí están el amor y la muerte, los dos grandes pilares sobre los que se sustentan alegrías, esperanzas, ensueños,incertidumbres, impaciencia, celos, orgullo, desesperación…

 El Sol se despidió frente a mis ojos en el  Lied 5″Al finalizar el trabajo» justo en el momento en que el molinero es felicitado por el amo, y la bella molinera «nos dice a todos… buenas noches».

Antes de que el sol nos dijera adiós, los 6 primeros lied del ciclo fueron expuestos con una breve explicación del los mismos ya que mi videotrabajo no podía verse a la luz del sol, todo fue acompañado del atardecer, el sonido de los pájaros, el olor de las flores, algún niño correteando por la plaza, la mirada atenta de alguno que se encontraba el evento de casualidad, el cielo azul, todas esas paredes llenas de historia humana, se respiraba historia (Don Quijote, Sancho (Manolo Castillo) y la bella Dulcinea también andaban por allí, entre los presentes)…. y bajo la Torre del Reloj, las maravillosas melodías que Schubert compuso en 1823 para dar aún más vida a los poemas de Wilhelm Müller.

El maestro Francisco Díaz Carrillo a la guitarra, susurraba y tintineaba maravillosamente como solo un arroyo puede hacer…. ¿¿qué más podía pedir el molinero, su confidente hecho vida en las manos de un maestro a la guitarra, hablándole y alentándole ir hacia la molinera??

Mientras…. en el lied Ungeduld (Impaciencia), cuando el molinero (voz) recita y canta con voz expresiva a los cuatro vientos «Tuyo es mi corazón y lo será eternamente», yo miraba a nuestro Don Quijote que paseaba a unos metros de mi junto a Sancho y me decía a mi mismo: Señor Don Quijote… ¡¡¡qué parecido tan grande tiene el molinero con vuestra merced!!!.
Empezó a oscurecer y mi corazón empezó a notar su efecto para facilitar mi labor como músico: Acercar una vez más al público la maravillosa música e historia que hay en los poemas, repletos de detalles artísticos que en esta obra se muestran.
Los pájaros en el cielo la plaza estuvieron presentes hasta los últimos rayos de luz solar con sus maravillosos cantos, que hicieron que cobrase mucho más sentido el tema 11 Mein (el molinero les dice a los pájaros que dejen sus cánticos, que solo se oiga el suyo y su palabra «mía», aunque sea incomprendido por todo el universo). La palabra «mía», el molinero la lanzó con su voz hasta el último rincón de la Plaza de Santa María.
En el lied 12 Pause (Reflexión del molinero) comenzó la magia de este maravilloso ciclo, esa pequeña brisa del anochecer acariciaba nuestras caras y hacía moverse la «Cinta verde del Laúd», mientras el molinero decía frases como:
 «No puedo cantar ya, mi corazón rebosa y no se como en rimas verter tanto amor»
«¿que canto hay en la Tierra que abarque tanto amor?»
«¿Será el eco de mi amor que desvaría?»
«¿Será el preludio de nuevos cantos?»
La esperanza reinó en la plaza cuando el arroyo anunciaba, en tonalidades mayores, el júbilo del encuentro con el verde, una cinta verde que el molinero coloca en el pelo de la molinera, al decirle ella «¿qué hace esa cinta en ahí colgada? perderá su color, ¡me gusta tanto el verde!» y nuestro molinero se alegra ya que, según el, ahí en esos cabellos rubios y rizados es «donde reina la esperanza».
Pero como en toda la época romántica, estos momentos de júbilo duran lo que dura un instante de felicidad, ya que «la presencia de un cazador dispara al corazón del molinero», (el cazador es la metáfora de la nueva tecnología en el primer cuarto del siglo XIX). El rugir del arroyo comienza este lied en un metronómico compás de 6/8, dejando toda la carga expresiva a la dinámica musical en la que el molinero conforme poetiza, aumenta la intensidad del volumen de sus palabras, dejando claro, que lo más grave estaba sucediendo.
Aquí es cuando nuestro molinero empieza lo que yo llamo… su poética «locura»: «Celos y Orgullo», la bipolaridad del molinero de amar y odiar al color verde, todo esto expresado con una genial musicalidad poco común, demostrando la autenticidad del genio creador de Schubert, ya que camina entre el canto más visceral, temperamental y expresivo y el canto más espiritual, contenido y sentido, todo esto guardando el equilibrio entre los sentimientos, la armonía y la poesía.

En todo este sentir lleno de contrastes, este ciclo genera y generó, el silencio en toda la Plaza de Santa María de Andujar, en el que con la manera más sentida y matizada de los músicos, ofrecimos los tres últimos lied, donde el poeta Müller y Schubert nos recordaron una vez más que la vida y la muerte se hacen soportables a través del amor y la esperanza.

Muchas Gracias por leer este artículo.
David Francísco Gascón Gallego.

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